Al poco andar comenzaron los problemas. A casi 8 mil metros de altitud, cuando amanecía, Carlos Bascou (líder de la expedición) y Ernesto Olivares se ponían los tanques de oxígeno para darse cuentas que ambos no funcionaban. Desesperado, Olivares decide continuar. Siguiendo la huella de sus compañeros, recorre el camino a la cumbre con 1 hora de atraso y sin oxígeno.
Del equipo de los Kiwi, la mayoría desiste debido al excesivo viento y lo expuesto de la ruta, quedando únicamente un grupo conformado por su líder Guy Cotter, el japonés Takachi Ozaki, el Sherpa Lakpa Dorje, en conjunto con los chilenos Pablo Gutiérrez y Andrés Stambuk.
Después de salvar de una avalancha a los pies del canalón francés, que accede al filo somital, y con no pocas dificultades para recorrerlo en medio de la neblina y el viento, el equipo de escaladores logra conquistar el punto donde todas las aristas se unen, a las 14 horas de Nepal, 4:15 am en Chile.
Una hora más tarde lo haría Ernesto, solo.
Una jornada épica y riesgosa que concluyo tarde en las carpas del C4.
Dos días más tarde el equipo completo se encontraría en el campo base a 5.700 metros, sanos y salvos para celebrar esta nueva gran gesta en el Himalaya.
Pablo Gutiérrez, Andrés Stambuk y Ernesto Olivares junto con Carlos Bascou, José Pedro Montt, Francisco Larraín y Rodrigo Echeverría lograron lo increíble. Primeros chilenos y sudamericanos en escalar la quinta montaña más alta del planeta. Primer ataque de cumbre exitoso, primera expedición al Himalaya.
De regreso vendría el reconocimiento y la gloria. Reencontrarse con los seres queridos y con las obligaciones de la vida. Volver a vivir, a soñar y continuar las aventuras. En los años siguientes vendrían el Nanga Parbat (8.125 m) y el Everest (8.848 m) – Lohtse (8. 516 m) para Ernesto Olivares. La carrera de los ochomiles continuaba para varios.
Pero el Makalu sería como el primer amor. Único e irrepetible. Cuando nada se tiene pero todo se quiere. Una demostración que los sueños se pueden cumplir, eso sí a costa de mucho sacrificio, voluntad, preparación y liderazgo.
Hoy, el montañismo en Himalaya se vuelve cada vez más masivo y comercial, con asedio a las montañas de parte de expediciones que cobran grandes sumas de dinero llenándonos de cuerdas fijas, porteadores y oxígeno. Dejando a su paso contaminación y basura en estas rutas otrora prístinas e inescaladas. Escenario ya no solo para nobles conquistas sino para que pseudo montañistas se pongan en la fila de la cumbre para alimentar su ego desde el techo del mundo.
Por esto es bueno que recordemos de vez en cuando la esencia del montañismo, del verdadero montañismo. Aquel que no se enfoca únicamente en fin sino también en la forma de enfrentar la montaña. Uno que busca probarnos en este terreno maravilloso pero hostil, para crecer con nuevas experiencias, sin ánimo para presumir de lo que hicimos o quisimos hacer. Y siempre recordar que llevemos con nosotros los valores de la ética, la verdad y la humildad. Porque la montaña es majestuosa e indomable, solo nos permite a veces su conquista.
La montaña es un santuario, un escenario formidable y de extrema belleza para enseñarnos de la vida y del compañerismo.
Ese mismo que vivimos una vez en el Makalu, que permitió a 7 compañeros de montaña partir como amigos y volver como hermanos.
Un fuerte abrazo de cumbre
Rodrigo Echeverría B.
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