Antes que todo quiero agradecer a todos Ustedes por estar aquí el día de hoy. A nuestros ilustres invitados, quienes nos honran con su presencia. También varios ochomilistas que veo aquí en la sala que también son protagonistas de estas historias. Y por supuesto, a todos Ustedes…montañistas, escaladores o no… Este evento no discrimina a nadie. Sean todos Ustedes muy bienvenidos.
Debo ser sincero el día de hoy y compartir con ustedes que cuando Rodrigo Fica Pérez me comentó, allá por el 2012 cuando veníamos de regreso de la expedición del CHO OYU… que quería escribir este libro sobre esta historia, la suya y la mía…. me opuse terminantemente.
Y la razón para mí era muy sencilla. No me interesaba que asuntos que consideraba eran de la esfera privada o más aun, los consideraba como “íntimos” fueran “ventilados” o mucho menos “publicados”.
Con el tiempo me fue convenciendo con esa cosa que a él tanto le gusta tanto decir: “Es una buena Historia”. Y no solo se refería a esa última “buena historia” que habíamos vivido hace pocos meses arriba en el Cho Oyu, en Tibet, sino que a otras tantas “buenas historias” que antecedieron a esta, algunas de las cuales a mí, en particular, me generaban un poco de tensión.
En verdad no sé qué opción tenía de decirle que NO, pero finalmente él, muy mateo, fue escribiendo varios capítulos de ESTA historia, que ustedes van a ver en el libro y que tuvo que “reconstruir” con mucho trabajo y me las fue mostrando.
Correcciones para acá, que saca esto, que por ningún motivo se te ocurra poner esto así… Discusiones, peleas, cosas como de hermanos.
Debo expresar aquí, frente a ustedes, que he sido testigo del enorme trabajo que le significó a FICA reconstruir – rearmar estos y muchos de los tantos episodios que en el libro se mencionan, con toda la rigurosidad ingenieril de mi amigo, casi obsesivo o mejor dicho obsesivo… contactando y entrevistando a muchísimas personas y luego dar paso a ese monumental trabajo que es expresar en palabras toda la pasión, la emoción, la vivencia para poder transportar al lector a esas situaciones y en esos contextos.
Al menos 2 ½ años de duro trabajo, donde el oficio de escritor sale a relucir y ustedes mismos podrán juzgar mientras leen este compendio de toda la historia de compatriotas en la cordillera de mayor altitud de este planeta. HIMALAYA.
Los que hemos tenido la “suerte” (y subrayo la palabra suerte porque en verdad no creo tanto en ella) de ser protagonistas de algunas de estas historias, sabemos que montar una expedición a Himalaya es como intentar resolver al menos dos desafíos al mismo tiempo. El primero quizás tanto o más difícil que el segundo, cómo diablos financiar el enorme costo no solo monetario, sino de muchos otros ámbitos (familiar, laboral) para lograr partir por un tiempo prolongado.
Y el segundo desafío a resolver – el que debiera ser el problema principal – el cómo escalar la montaña. El libro se detiene en ambos. Incluso existe un tercer problema a resolver… tiene que ver con el entrenamiento. Incluso un cuarto, si nos ponemos a desmenuzar, encontrar el equipo humano adecuado (que quizás debiera ser el primer problema a resolver).
Todos estos temas están en el libro
Desde que uno, valiente, consciente o irresponsablemente (a veces más de lo último) decide y declara que quiere ir a escalar una montaña de ochomil metros, ya sea como un desafío o un sueño, hasta que uno finalmente logra partir.
Muchas expediciones NO logran siquiera partir. O sea mueren sin siquiera alcanzar a nacer.
Porque este sueño de escalar las montañas más altas de la tierra es muy difícil de concretar. Muchas veces no logramos resolver ni siquiera el nudo gordiano de la vida….no logramos safarnos de nuestra rutina y nuestras obligaciones.
El libro abre este y muchos otros flancos
Muestra desde el lado humano la historia de estos personajes que se aventuran en los desconocidos terrenos de las altas cumbres, donde reina el viento, el frío y la desolación….y donde las vivencias son intensas y muchas veces las emociones corren desbocadas: ambición, miedo, angustia, egoísmo, cansancio extremo, frío…. Pero también a veces el compañerismo y el valor.
1) Por eso me parece relevante destacar este enorme esfuerzo que hace el autor para no sé si la palabra es adecuada…”honrar” o quizás “reconocer” el esfuerzo de todos quienes sí tuvieron la opción de vivir estas gestas de los Chilenos en Himalaya
Porque Fica se ha convertido en algo así como nuestra memoria colectiva, nuestra conciencia, con esa pluma a veces descarnada pero sincera, que nos exige a quienes participamos de éstas epopeyas, muchas veces más de lo que nosotros mismos creemos que somos capaces de ofrecer.
A veces suenan a heroicas otras veces no tanto… pero están todas. Absolutamente todas las historias donde el único denominador común es que son chilenos y que están en Himalaya, incluso algunas montañas que no son de ocho mil metros (Ama Dablam, Tukche, Baruntse y el Changtse, Kangshuntse). Puros nombre facilitos.
Volviendo a los ocho miles, quiero dar como por ejemplo una de las primeras historias, desempolvar la Expedición de Francisco Ibáñez – Argentina al monte Dhaulagiri en Nepal el año 1954 que como ustedes verán, aparece uno de los primeros chilenos en Himalaya…. Roberto Busquet, quien fue reconocido por ser partícipe de la primera gesta heroica que se muestra en el libro.
Como el autor bien lo denomina y esta palabra tuve que buscarla en el diccionario “Pírrica Victoria”, y como tantas otras, a solo 115 metros de la cumbre, a un paso de lograr la gloria, se desencadena una tragedia donde nuestro compatriota demuestra lo que son los valores de un verdadero montañista, al acometer junto a su compañero el rescate del jefe de expedición, quien finalmente y a pesar de todos los esfuerzos, fallecería semanas más tarde producto de sus lesiones y congelamientos.
Entonces honrar la memoria de él y de otros, quienes dejando de pensar en la cumbre, tuvieron que emprender un desafío más sublime aún, salvar la vida de un compañero.
En ese lejano 1954, cuando los argentinos eran por lejos el primer país sudamericano que se aventuraba en la cordillera de Himalaya, ya había un chileno en sus filas.
Luego vendría las primeras expediciones chilenas, no exentas de polémica, como la de Lucero – Oyarzun y otros 7 expedicionarios (algunos de los cuales están aquí presentes) a la cumbre del G2 Pakistán (1979) y posteriormente el asedio por toda una década a la montaña más alta de la tierra, el Everest, durante los años ochenta y principios de los noventa y tendrían que sucederse nada menos que 5 expediciones para que finalmente en 1992 dos de ellas lograran en simultaneo la conquista de su ansiada y esquiva cumbre.
Episodios como este, la mítica lucha por ser los primeros en la cumbre aquel mes de mayo de 1992, es sin duda uno de los capítulos más sabrosos que cuenta este libro. Con lujo y detalle.
Después vendrían otros más, como el K2 1996, el Makalu en 2001, a quien Fica le dedica un capítulo completo, gracias Fica, las chicas del Everest también en 2001…el G1 donde fallece trágicamente Claudio Gálvez…el Broad Peak, Dhaulagiri…que tiene ya no sé cuántos intentos y nos ha salido más duro que el mismo Everest.
Cuando leí por ejemplo, el capítulo del Makalu, el cual me atañe directamente, me corrían las lágrimas… cómo no emocionarse al revivir esos episodios de un grupo de jóvenes e inocentes muchachos, que sin ninguna experiencia en Himalaya, pretendían así no más conquistar la cumbre de la quinta montaña más alta del planeta… y una de las más aisladas.
Así como en esta historia, de la cual tengo el orgullo de haber sido parte, en estas hojas fluyen las emociones: si ustedes logran ser transportados a esas alturas y experimentar de alguna forma aunque sea una parte de esas intensas vivencias, entonces el libro habrá cumplido gran parte de su cometido.
Porque todas las montañas del mundo poseen dificultades. En muchas de ellas puedes experimentar la fatiga, el riesgo, la altura, el frío, la nieve, el viento y la tormenta, pero la única cordillera donde experimentarás hasta el límite la escases del principal elemento que alimenta a un deportista, el OXIGENO, será en ésta. Lo que ya desde hace mucho tiempo se denomina como la “Zona de la Muerte”, que significa no sólo escalar y moverse, sino además ser capaz de resolver problemas y tomar decisiones por sobre los ocho mil metros de altitud. Decisiones que sin lugar a dudas harán la diferencia entre la vida y la muerte. Esta es en sí misma, quizás una de las experiencias más extremas que un deportista o ser humano pueda experimentar.
Cada montaña de ocho mil metros es en sí mismo un monstruo, no solo por lo enorme de sus dimensiones físicas, sino lo que significa en la conciencia de un montañista. Me refiero a la montaña que debes escalar en tu cabeza. Que es una de las grandes luchas que uno da…no solo por superar la altura física de sus flancos, sus resaltes y protuberancias, sino que además superar esa enorme barrera psicológica, esa que está en nuestra mente, y que a veces nos hace ir en contra de nuestro propio sentido de la supervivencia.
Puedo ilustrar esto con mi monstruo favorito, la montaña Nanga Parbat (Pakistán).
Una que está dispuesta a engullirte cualquier día, en cualquier minuto y donde quiera que estés. Yo mismo recuerdo patente dos ocasiones muy específicas donde estuve a punto de ser “engullido”. Y a todos quienes participamos de esta expedición nos pasó exactamente lo mismo. Porque la ruta era compleja en su totalidad. O sea no te soltaba nunca.
Casualmente ese año, el año del Nanga, 2007, donde al igual que el 1992 en el Everest, nos juntamos dos expediciones chilenas, fue la primera temporada en toda su historia que nadie falleció en sus vertientes. Recuerden que tan solo para ser conquistada el año 1953 por el gran escalador austriaco Herman Buhl ya había devorado la vida de 39 escaladores. Y esto a pesar que éramos al menos un par de decenas quienes intentábamos escalarla.
El destino, diría yo. Eso no existe, es solo una casualidad… o una estupidez diría Fica en su libro.
Pero aun así hay un capítulo completo denominado “Las Montañas del Destino”…. Ojalá les guste.
Porque, vuelvo a repetir, recorrer las páginas de este libro fue, al menos para mí, y ojala para ustedes también, un transitar por esas emociones…que son nada menos que el resultado de la pasión que ponemos en esto, quienes vibramos, quizás a veces de una forma enfermiza, con la conquista de una montaña. Como decía un célebre montañista chileno Jozep Ambrus en su libro (que acaba de lanzar) “el andinismo no es un deporte sino una religión. Que la montaña para el andinista es como el aire para el pájaro o el agua para el pez y que los compañeros de cordada constituyen un todo, porque la cuerda que los une les define un destino común”.
O como decía en su célebre libro el célebre escalador francés Lionel Terray, un poco más drástico… subir montañas es “La Conquista de lo inútil”.
PENA, RABIA, EMOCIÓN…DESDE LO SUBLIME HASTA LO MÁS MISERABLE DEL ALMA HUMANA.
Y así no más. Lloré en varios capítulos, y quizás nuevamente el Anticristo tenga toda la razón cuando dice expresamente que los montañistas somos unos “Llorones”. ¡¡Ja!!
Pero cómo no hacerlo, si finalmente este deporte o estilo de vida o “religión”, trata justamente de encauzar esta pasión, compulsión – obsesión o sencillamente idiotez por querer conquistar las alturas.
2) Otro flanco que se vislumbra en estas páginas es sobre… ¿cómo llegar o cómo conquistar UNA CUMBRE? Que fue el fruto de los desvelos de mi amigo, develar las más profundas convicciones de quienes participaron en estas históricas gestas.
El medio es tan importante como el fin, o sea, la forma en que será enfrentada la montaña es tanta o más importante como el mismo hecho de conquistarla.
Donde Fica desliza entre líneas está cuestión… el ser o no ser del montañismo… Qué es más importante el medio, la forma – el estilo que se utiliza o el fin mismo, la cumbre.
Décadas atrás se establecía casi de manera inconsciente que todo medio era válido para lograr la cumbre de un gigante de Himalaya. Para ser conquistadas fueron, muchas de ellas asediados por ejércitos de escaladores y sherpas, algunas expediciones llevaron incluso cargas de dinamita para romper la roca y hacer espacio para poder armar un campamento (Dhaulagiri los mismos argentinos del 1954) … pero ya vendrían montañistas adelantados a su época, solo por citar a los más conocidos como Messner, Jujuzca, Kurtyka, Veneables nos hicieron ver que es posible usar estilos más depurados, elegantes o limpios, para lograr un mejor éxito deportivo en las montañas más altas de la tierra. Llevando finalmente el estilo alpino a ellas.
Y este dilema “el fin versus el medio”… nos lleva finalmente a otro… que intentar desenmascarar a la persona que está detrás de esta imagen del “Montañista”.
Porque la pregunta viene de cajón… si la montaña es el medio que nos permitirá desplegar nuestras capacidades y talentos para llegar a un estadio superior, en qué medida somos capaces de aprovechar estas tremendas experiencias y éxitos no sólo para llenar o satisfacer nuestro ego y nuestra vanidad o esconder nuestros complejos, sino también, por ejemplo, inculcar valores en nuestra sociedad o en nuestros círculos cercanos, dado que lo que realizamos lo hacemos con tanta pasión.
3) Un último flanco que no quiero dejar de mencionar, tiene que ver con un concepto que me parece tremendamente relevante y lo acabo de tocar con la cita del libro. El concepto de CORDADA.
Hemos visto lamentablemente esta temporada y estos últimos meses una enorme cantidad de accidentes y tragedias producto principalmente de la falta de preparación y conocimiento de quienes se aventuran en la cordillera. Hay un capítulo, esta vez no les voy a decir cuál, donde se ilustra muy bien este tema, y da un ejemplo de lo que, a mi juicio, debiera ser una cordada.
Sean dos, tres o más personas, la idea es que quienes escalan juntos, compartan no solo equipo y cuerda, sino los valores y la misma filosofía de escalada. La cordada debe explotar las capacidades y no las carencias de sus miembros. El compañerismo, siempre estar atento a la seguridad propia y de tu compañero, entender que el ritmo es único y finalmente querámoslo o no éste lo pone el más lento, donde siempre y a todo evento deben mantenerse juntos, salvo razones que explícitamente exijan lo contrario, y finalmente se logre esa “complicidad”, esa conexión física, emocional y espiritual que va mucho más allá de las palabras, que permitan que los recursos de esa compañía no sólo se complementen sino que se multipliquen, y haga de esta experiencia no sólo exitosa en términos del logro deportivo sino además del humano.
Para eso debemos educar con el ejemplo a los más jóvenes. Creo que en muchas de estas páginas se da un buen ejemplo de ello, a pesar de toda la inconciencia que significa escalar en la zona de la muerte, la Cordada es un concepto clave que, y esto no es broma, puede hacer bien la diferencia entre ser un buen montañista vivo que un gran montañista muerto. Bien vale la pena tenerlo en consideración.
Este libro, queridos amigos, es un relato que mezcla la poesía y el humor. A veces incisivo, a ratos delirante, desgarrador. Pero a su vez, extremadamente lúcido, de una enorme elaboración, fuerza e indagación. Fica como testigo privilegiado, nos despoja de esas caretas y nos muestra tal como somos, con nuestras grandezas y nuestras yayitas. Todo en favor de la verdad. Qué hay de cierto y que no de todas aquellas historias que nos han sido contadas.
Pues, es en estos ambientes extremos, donde cada día puede ser el último, los hombres y mujeres mostramos de qué estamos hechos, tanto en las grandes gestas, como en los grandes “fracasos”.
Que estas experiencias nos sirvan para aprender de nuestros errores. Dejando de lado nuestros complejos, nuestro ego, nuestras vanidades… dando paso a la generosidad y la humildad. Que aprendamos a dar siempre nuestro mejor esfuerzo sin temer a fallar, sin temor a la palabra fracaso. Si, esta palabra que suena tan dura y ha sido tan estigmatizada en nuestra cultura exitista.
Que se opone a otra palabra tan pretendida e impostora como la palabra éxito.
Pues quien da lo mejor que tiene nunca podrá pensar en ninguna de las dos.
Porque si vemos nuestra vida como una enorme y larga Expedición, como una instancia maravillosa donde estamos llamados a crecer, a aprender, a evolucionar y amar entenderemos que la “grandeza de una persona no está en la victoria sino en la lucha”.
Y esperemos que esto sirva a las nuevas generaciones de montañistas….
No tengo claro si los jóvenes, los milenials o la generación Z como se les dice querrán ir o no a Himalaya, aunque aún nos queda tarea pendiente allá arriba.
Pero donde sea que desplieguen su talento y su oficio, lo hagan expandiendo su visión, siendo más creativos con sus objetivos, buscando nuevas montañas, nuevas rutas, con mayor presencia femenina, pensando siempre en elevar el rendimiento deportivo de nuestro país.
Que, conociendo nuestro pasado, de todo lo realizado, lo bueno y no tanto, por quienes hemos tenido el privilegio de ser protagonistas de estas historias…. piensen y entiendan esto: En la montaña y en la vida el fin y el medio son ambos importantes…. la forma, el estilo, los valores son también un fin en sí mismos.
Y ojalá … o como dicen en Pakistán INCHA LA (que significa “si dios quiere”) lleven este hermoso deporte, en cualquiera de sus expresiones….no sé si más alto, pero si más lejos.
Me despido de todos, estimados y queridos amigos y amigas, con lo que reza una bandera de oración budista. “Que tengan ustedes muchas bendiciones y que gocen de buena salud”.
Muchas gracias.
Rodrigo Echeverría Bernales