Soy uno de los tantos que se siente profundamente afectado por el deceso de Douglas Tompkins. Sólo deseo sintetizar 3 reflexiones muy sencillas con las cuales me levanto el día de hoy.
Demostrar primero mi admiración al montañista y aventurero que había dentro de él, ese que te lleva desde joven a querer hacer cosas grandes. Aquella expedición memorable que lo llevó a conocer por primera vez la Patagonia a fines de los años sesenta, cuando con un grupo de amigos gringos escaló de primera la ruta americana al monte Fitz Roy (pilar suroeste 1968). Muchos años más tarde siguió demostrando sus habilidades al realizar el segundo ascenso al esquivo Volcán Corcovado (2.290 m Provincia de Palena) en 1993. Esto sólo por nombrar dos de las más conocidas y recordadas.
Segundo, espero podamos y seamos capaces de continuar con esa inmensa obra que representa su legado, esa mal entendido conservacionismo que lo hizo tan incomprendido y odiado por tantos, en este país lleno de mentes estrechas y desconfiadas. Dado que esta palabra suscita tantas pasiones y mal interpretaciones me quedo con otra palabra que es más amigable y más difícil de atacar. Sustentabilidad, aquella que como pueblo nos cuesta tanto conjugar.
Tercero, al conocer algunos detalles de las circunstancias acaecidas este fatídico martes 8 de diciembre, no me deja de impresionar la cantidad de lamentables errores que cometieron estos experimentados aventureros que desencadenaron la tragedia. Esto sólo nos hace recordar que la naturaleza no perdona ni a los grandes. Menos Patagonia, donde la furia de los elementos se hace notar más que en cualquier otro lugar.
Por último, un enorme agradecimiento a quienes hicieron lo imposible por rescatar y salvar su vida y la de sus compañeros de aventura. Más aun considerando el enorme riesgo que conlleva un rescate en condiciones extremas. Sé que al menos salvaron una vida, aunque nada se pudo con el cuerpo de Doug entumecido por las heladas aguas del Lago General Carrera.
Es cierto, se nos fue este joven filántropo y aventurero de 72 años. Admirado, amado, odiado e incomprendido. Despidámoslo sin antes pensar qué nos quiso enseñar y qué aprendimos. No desechemos su legado. Valorémoslo y continuemos su camino.
Un abrazo y cuídense
Rodrigo Echeverría B.
Rodrigo!!! Me encantaron tus palabras!!
Rodrigo!!! Me encantaron tus palabras!!
Pablo… te envío este mensajito…solo para compartir , la admiración que tb sentía y aún siento por “Águila ” como todos le decíamos en Pumalin.
Saludos
LGB
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