BUSCANDO UNA OPORTUNIDAD

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Escalando la Cumbre del Makalu

Abril 2001. 5.700 metros de altitud en el campamento base del Makalu. Llevábamos más de 1 mes soportando los rigores de la altura, el frío, el agotamiento extremo en una de los ochomiles más exigentes del Himalaya. Habíamos logrado llegar con nuestras últimas fuerzas al campamento 3 a 7.400 metros de altura, teniendo que echar mano de toda nuestra fuerza, nuestra energía, nuestra convicción. Un ocho mil demoledor, el primero. Esa noche, una llamada de auxilio de nuestros compañeros koreanos, desde el campamento 2 a 6.700 metros, un edema pulmonar tiene a un miembro de su equipo en el umbral de la muerte. Esa misma noche organizamos un rescate de emergencia….esa misma noche se acabaron mis esperanzas de cumbre. Mis amigos lo harían por mí el memorable 12 de mayo. Primeros chilenos, primeros sudamericanos en la cumbre del Makalu. De vuelta a chile, 13 kilos menos de peso (parecía llegado de un campo de concentración) y dos costillas rotas. Recuerdos de la montaña de mi vida.

Julio 2007, campamento 3, cara Diamir del Nanga Parbat, la “Montaña Asesina”. Un poema a la verticalidad y las avalanchas. La montaña donde transcurrieron eventos cruciales de la historia del himalayismo, la que cobró la vida más de 30 personas para ser conquistada, y seguía cobrando vidas año tras año. Éramos 5 hombres a la espera de una oportunidad, luego de muchos días equipando la pared con más de 2 mil metros de cuerda y pasando las peores noches de mi vida colgando de una carpa a casi 7.000 metros. Por razones que hasta el día de hoy me cuesta entender sólo 4 intentarían la cumbre, finalmente la conquistaron 3. Con quizás la mejor condición física en mis 20 años de montaña pero con los dedos de los pies con principio de congelamiento, llegué sólo hasta 7.200 metros y luego quedé esperando a los hombres de cumbre en el C3. Más decepción que felicidad…

Esta vez deberá ser diferente. El Cho Oyu será una expedición liviana: sólo dos almas, sin las complejidades de los equipos grandes, ni paradigmas logísticos, ni la necesidad de grandes auspiciadores, sin oxígeno suplementario ni tantos roles que ejercer más que el de escalar hasta lo más alto que se pueda. Ascenderemos tanto como nos dé el físico y la cabeza, y si lo permiten el frío, la altura y el viento. Una expedición que nos permita dejar fluir el espíritu libre del que ama el desafío de las montañas, y que quiere que ésta le de una oportunidad, sólo una oportunidad…