“Luego de un día fijando cuerdas, decidimos comenzar el ataque a cumbre al amanecer. Arribamos al pie del canalón a la 1 pm, escalamos un largo de roca para cruzar la banda amarilla y forzamos la parte final de la ruta por nieve mal consolidada hasta la cumbre sur (8.760 m), la cual conquistamos a las 3 pm. Aquí estudiamos seriamente nuestro siguiente movimiento, el filo que lleva a la cima, debido a la posible inestabilidad de la nieve ….. Luego de un breve descanso decidimos continuar…..escalé un largo de cuerda por el filo y la noté con mejor calidad de la que esperaba.
…El espolón Hillary se presentaba blanco por la nieve del monzón y difícil para la progresión, que me demandó especial cuidado en escalar…
Y así continuamos por el filo acornisado que nos abría el paso a la cumbre, mientras las nubes del atardecer adornaban el horizonte. La vista con las últimas luces era impresionante, mirando y fotografiando en todas las direcciones y absortos de esta experiencia única.
Luego de una hora descendimos encarando la noche en un improvisado vivac en la cumbre sur.”
Este relato es del escalador británico Doug Scott (1941 – 2020), al momento que junto a su cordada Dougal Haston coronaban la cumbre del monte Everest (24 septiembre 1975) abriendo una nueva ruta por la cara Sur Oeste.
Esta sería la última expedición de Doug en el viejo estilo de “acoso de la montaña”, que por esos años eran normalmente implementadas para encarar las enormes moles de himalaya y demandaban enorme cantidad de recursos: cargas, oxígeno, campamentos, cuerdas fijas, sherpas, escaladores.
Paradójicamente, esta experiencia única en el techo del mundo y su vivac a 8.760 m, del cual él y su compañero salvarían incólumes, y que lo haría célebre no sólo entre sus pares británicos sino también en montañistas del mundo entero, cambiaría radicalmente su visión del montañismo. Sus próximos acercamientos a las cumbres, sería en un estilo más limpio y liviano, prescindiendo del uso de oxígeno, sherpas y cuerdas fijas. Estilo que defendería hasta sus últimos días.
Esto lo hace grande, no sólo la infinidad de cosechas de cimas y primeros ascensos a lo largo y ancho de planeta, siendo precursor en cordilleras tan diversas y a la sazón inhóspitas o escasamente visitadas tales como Bhutan, el Hindu Kush, Isla Baffin y Karakorum, sino por desplegar en cada una de ellas un estilo precursor de escalada.
Así se vió también en su memorable ascenso cuatro años más tarde al Kangchenjunga (8.586 metros tercer ascenso absoluto), por su vertiente norte en un estilo muy liviano para la época y sin uso de oxígeno, donde coronaron la sagrada cumbre junto a Joe Tasker y Pete Boardman, no sin enorme despliegue físico, compromiso y escalada en altura.
Un par de años antes, 1977, el legendario “Ogro” o Baintha Brakk en idioma local (7.285 m, Karakorum – Pakistán) vería ceder su inmaculada y extremadamente técnica cumbre junto a Chris Bonigton.
Eran años de arrogancia donde se sentía invencible. Pero en este mismo santuario se llevó la lección de su vida: bajando el primer rapel de la cumbre, ya anocheciendo, resbalaría y se quebraría ambos tobillos. De ahí en adelante, el regreso al campo base se convertiría en una enorme prueba de voluntad y lucha por la supervivencia.
Con la ayuda de Chris, quien también terminó con dos costillas rotas y una seria neumonía, más el resto del equipo para sortear el descenso y el mal tiempo, porters llegarían muchos días después desde Askole, haciendo eterna y dolorosa la espera en el campamento base.
Así reflexionaría años más tarde: “Nunca tuve esa sintonía que una montaña tan seria como El Ogro demandaba. Me permití distraerme de la escalada, haciendo juicios de mis compañeros de escalada. Eso fue la peor cosa que pude hacer y en definitiva casi me costó la vida.”
Junto con su mentor, Don Whillans (también británico) y tantos otros compañeros de aventura, muchos de ellos que dejaron literalmente su vida en las montañas, perteneció a una generación de montañistas que aprovecharon los vírgenes y prístinos terrenos de cordilleras lejanas para desplegar su pasión y su talento.
Algunos con mayor suerte que otros. Sin embargo todos gozaron de algo que hoy ya está casi extinto, verdaderos santuarios que hoy por hoy están mayormente profanados.
Abrazos de Cumbre
Rodrigo Echeverría B.
Créditos: Doug Scott – Himalayan Climber (Sierra Club books – 1992)