Claudio Lucero Martínez nació en Iquique el año 1933. A los 10 años ya subía las dunas del desierto acompañado de su padre y desde el año 1956 ha comenzado a llevar alumnos a la montaña. Participó en muchos gloriosos ascensos en los Andes Centrales de Chile junto a figuras de la época como José Ambrus y Cesar Vásquez.
En la década de los setenta, luego de su autoexilio en México, comenzó a hacer clase en el Liceo Lastarria. En 1979 participó en la primera expedición chilena a una montaña de ocho mil metros, el Gasherbrum II (8.035 m) en la cordillera del Karakorum pakistaní. El año siguiente fue reclutado como profesor de los Créditos Deportivos de Montañismo por la Universidad Católica de Chile.
En 1983 participó en la primera expedición chilena y sudamericana en intentar la cumbre de la montaña de mayor altitud del planeta, el Everest (8.848 m), por la vertiente china del Rongbuk. En esa oportunidad alcanzaron los 8.350 metros de altitud y acamparon a la espera de mejores condiciones de tiempo. Fue entonces cuando su compañero de cordada Gastón Oyarzún, sufrió un edema cerebral y debieron bajarlo de emergencia, y con ello convertirse en el primer “fracaso” de Chile en el techo del mundo. La seguiría la expedición de la Universidad Católica del año 86, donde falleció uno de sus miembros, Víctor Hugo Trujillo, al desprenderse una cornisa a 7000 metros. El año 1989 sería el tercer intento suyo y chileno, el que también sucumbiría a 7.700 metros en medio de un feroz temporal de viento cercano a la arista norte. Ya en 1992, su cuarto intento en la expedición liderada por Rodrigo Jordán, su equipo clavaría la bandera chilena por primera vez en la historia del montañismo de nuestro país. Él, sin embargo, permanecería de apoyo a 7.200 metros de altitud.
Son estas y muchas más historias las hacen de Claudio Lucero todo un personaje del Montañismo Nacional. Y hoy, a sus 81 años de edad, aun es capaz de hipnotizar una audiencia ávida de sus historias de montaña y de vida.
Porque un hombre no es más que su propia historia. Una historia que se viene tejiendo en conjunto con decenas de generaciones de montañistas, quienes han sido sus alumnos y luego sus compañeros de cordada, luego sus amigos, sus empleadores o sus admiradores, a todos los ha embaucado su testimonio tan vívido, tan sincero, tan humano.
Hay quienes le brindan pleitesía, hay quienes le guardan rencor, hay chicas que se enfurecen con sus chistes machistas. Porque en él está todo eso. Es lo que él trasmite, lo que él irradia. Pero una cosa es segura, a nadie deja indiferente.
Claudio es un Maestro, un personaje incombustible. Está igual que hace 20, 30, 40 años, como si saliera todos los días del congelador a contar las mismas aventuras una y otra vez.
Quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos, lo recordamos así. En el Campus San Joaquín de la PUC, haciéndole burla a los ingenieros y a las psicólogas, o los que estudiaban para ser profesores, a las niñas flacas que les decía “gordita”. En la montaña fumando tranquilamente su pipa mientras nosotros desfallecíamos intentando llegar al campamento. Con su mochila cargada con agua y su anafre de museo haciendo un té mientras subía con 100 alumnos el cerro Provincia. O entrenando para la expedición del Plomo de fin de año o para los Volcanes del Sur. Echando puteadas en un acarreo a 5 mil metros cuando uno usaba mal el piolet o no sabía hacer bien un anclaje para rapel. Aquellas historias en la carpa donde nos contaba de sus compañeros que habían partido, del rescate de los uruguayos de los andes, o de los mismos ascensos al Himalaya o su travesía de los años sesenta al campo de hielo sur.
Escucharlo ayer en el Seminario de Medicina, era recordarlo después de más de 15 años sin verlo. Las mismas historias y las mismas tallas, pero que aún continúa hipnotizando y haciendo reír.
Claudio es una pieza viviente del montañismo, es quien ha vivido su vida como ha querido vivirla, con devoción hacia la Montaña y hacia la Sexta Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago.
Fue quien nos enseñó a amar la montaña, como él dice, como una bella y caprichosa mujer que se quiere dejar seducir, pero en cualquier momento te muestra su furia. Y por eso es tan maravillosa. Por eso te exige tanto, te estruja al máximo pero a la vez, si eres digno, te enseña sus encantos.
Hay quienes entendimos que el montañismo no es una afición, no es un deporte, sino más bien es un estilo de vida. Porque él nos enseñó con la mayor enseñanza que puede dar un maestro, su ejemplo.
Un abrazo a todos
Rodrigo Echeverría B.
Bonitas palabras Negro. Felicitaciones,
No se si soy BICI genia pero sed soy BICI adicta =) desde que en novbemire 2011 me reencontre con la bici y pense9.. a ver q onda ir a laburar en bici ? No pare9 mas todos los dias Colegiales-Plaza de Mayo! es un placer! tardo menos que en subte y puedo RESPIRAR!!!Un placer poder participar!! Hay otra calle muy amigable Teodoro Garcia.. tiene una trepada linda de empedrado, pero esta muy buena y los conductores respetan bastante a los ciclistas!
Muy bueno!
Usted que estudia gordita? historia profe.
La historia no se estudia, se hace!
Que buen texto. Gracias por traerme a la memoria tantas anécdotas vividas en la montaña con Lucero y todos los amigos imperecederos. Un abrazo desde Puerto Varas!
buena data rodrigo, para samrula al mapa tendrias que participar de un encuentro de bicigenios, inscribite aca para venir al prf3ximo: se tiene que inscribir aca: 问候!
Leer tus palabras me emociona , y veo Claudio como sí fuera ayer. Han pasado más de veinte años sin verlo y lo sigo admirando.
Buenísimo
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