En marzo del año 2001 un grupo de jóvenes montañistas chilenos, partía rumbo a Nepal para intentar escalar la quinta montaña más alta del planeta, el Makalu (8.463 metros).
Con un gran sueño en mente más toda la pasión, motivación y convicción de la juventud, queríamos demostrarle a la comunidad y más que nada a nosotros mismos que es posible escalar este gigante a pesar de que ninguno de nosotros tenía experiencia previa en las alturas del Himalaya.
Una locura que nos llevó a tomar decisiones tremendamente difíciles como dejar familia, amigos, trabajos y porque no decirlo, deudas, todos los lazos que nos atan a este mundo material y a nuestros seres queridos, para embarcarnos en esta locura que significaba estar perdidos durante casi tres meses en el corazón del Himalaya, para enfrentar esta mole de roca y hielo. Nuestro objetivo: que al menos uno de nosotros pudiese clavar la bandera chilena en su cumbre. Ah, y obviamente bajar todos vivos.
A la fecha nos precedían grandes gestas como la conquista del Everest por la ruta del Kangchung (1992) por un equipo liderado por Rodrigo Jordán y Claudio Lucero, nuestros mentores, y nada menos que la escalada del K2 (1996) por un equipo similar.
Pocas montañas de ocho mil metros habían sido conquistadas por equipos chilenos en esos años, y en nuestro caso, partir por uno de los más altos, aislados y complejos era a todas luces un desafío mayor.
Durante más de dos meses asediamos la montaña por la que parecía su vertiente más favorable para la escalada, la arista NW, donde la exposición a la altitud fue brutal. 49 días a más de 5.700 metros sobre el nivel del mar, varias noches sobre los 7.400 metros, peleando metro a metro contra el viento, frío y el hielo para lograr alguna chance de atacar su esquiva cumbre.
Después de muchísimo esfuerzo y esperando un toque de suerte, el 12 de mayo partió un equipo de 4 escaladores chilenos desde el campamento 4 a 7.600 m junto a un grupo de neozelandeses, en un esfuerzo mancomunando por abrir una ruta que nos llevase al punto más alto. Lo que sería el primer intento serio de la temporada del pre monzón.
Sin embargo, al poco andar comenzaron los problemas. A casi 8 mil metros de altitud, cuando amanecía, Carlos Bascou (líder de la expedición) y Ernesto Olivares se ponían los tanques de oxígeno para darse cuentas que ambos no funcionaban. Desesperado, Olivares decide continuar. Siguiendo la huella de sus compañeros, recorre el camino a la cumbre con 1 hora de atraso y sin oxígeno.
Del equipo de los Kiwi, la mayoría desiste debido al excesivo viento y lo expuesto de la ruta, quedando únicamente un grupo conformado por su líder Guy Cotter, el japonés Takachi Ozaki, el Sherpa Lakpa Dorje, en conjunto con los chilenos Pablo Gutiérrez y Andrés Stambuk.
En unos días más, la segunda parte y final de este relato.
Un fuerte abrazo de cumbre
Rodrigo Echeverría B.
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